Es un término filosófico y también usado en el campo psicológico.
Se usa para describir aquella voluntad que no es propia del sujeto, sino que este sigue la voluntad establecida por un tercero.
Autonomía y heteronomía
La autonomía, que se contrapone a la heteronomía, es la capacidad de autogobierno. Los agentes son autónomos si sus acciones son verdaderamente suyas.
La necesidad de esta libertad moral es una piedra angular de la teoría ética de Kant, en la cual la posesión de la autonomía de la voluntad es una condición necesaria de la agencia moral.
La dificultad en el concepto es que nuestros deseos, elecciones y acciones son en parte causados por factores fuera de nuestro control, incluidos los factores originalmente responsables de nuestros personajes. Entonces, la verdadera autonomía puede parecer un mito.
Sin embargo, el concepto es importante, ya que es plausible sostener que solo los agentes que actúan de manera autónoma son responsables de sus acciones.
Pero esta idea también conduce a las arenas movedizas: la autonomía a menudo se contrasta con el estado de ser «esclavizado» por malos deseos. Pero si solo el autónomo puede ser considerado responsable, rápidamente se deduce que nadie es responsable de las malas acciones.
Las propuestas para defender el concepto incluyen describir a los agentes como autónomos cuando están bajo la influencia únicamente de la razón, cuando pueden identificarse con las motivaciones que los impulsan a actuar, o cuando son capaces de actuar para cambiar sus motivaciones si no pueden identificarse con ellos.
Los agentes son heterónomos si su voluntad está bajo el control de otro.
Debe notarse que el par no es exhaustivo: un agente puede dejar de ser autónomo debido a factores externos que no incluyen el control por parte de otro, sino solo otros tipos de restricción y compulsión.
En la ética de Kant, los términos son más específicos. La autonomía es la capacidad de saber lo que la moralidad requiere de nosotros, y funciona no como libertad para perseguir nuestros fines, sino como el poder de un agente para actuar sobre reglas de conducta objetivas y universalmente válidas, certificadas solo por la razón.
La heteronomía es la condición de actuar según los deseos, que no están legislados por la razón. La centralidad de la autonomía es desafiada por teóricos éticos, incluidas muchas feministas, que lo ven como una fantasía que enmascara las fuentes sociales y personales de todo pensamiento y acción.
La moral heterónoma y la moral autónoma
La moral heterónoma se caracteriza por el realismo moral, que surge como consecuencia del egocentrismo operacional (incapacidad para diferenciar lo psíquico de lo físico) y que lleva al niño a considerar los contenidos de la conciencia como si fueran materiales.
Entre las principales manifestaciones de dicho realismo moral cabe destacar:
- La consideración de la responsabilidad «centrándose» únicamente en las consecuencias materiales de la acción, sin tener en cuenta la intención de la misma ni las circunstancias que la rodean.
- La confusión de las leyes físicas con las leyes morales.
- La identificación de la mentira con el error.
- La consideración de la regla al pie de la letra y no en su espíritu (realismo de detalle).
El realismo moral comienza a superarse al mismo tiempo de otras características del egocentrismo representacional en torno a los seis o siete años.
Es en esta edad en que comienza a abandonarse la moral heterónoma y a construirse una moral autónoma; aunque ésta no se desarrollará en su globalidad, según Piaget, hasta los once o doce años aproximadamente.
Características de la heteronomía
La moral heterónoma se caracteriza por:
- Ser impuesta desde el exterior y tener carácter coercitivo, basándose en el respeto unilateral y las relaciones de presión.
- Un cumplimiento defectuoso de las normas, ya que al ser exteriores al individuo éste tiende a deformarlas.
- Una concepción de la justicia como expiación, dentro de la cual el papel del castigo es obligar a expiar la falta, por lo cual se considera que el castigo es absolutamente necesario y que debe ser doloroso.
- Los ejemplos que se proponen desde la moral heterónoma para castigar implican sanciones fuertes y arbitrarias; la única relación que guardan con la falta cometida es la proporcionalidad.
La moral autónoma, por el contrario, surge del propio individuo como un conjunto de
principios de justicia.
Se basa en el principio de la igualdad, el respeto mutuo y las relaciones de cooperación. La práctica es correcta por ser el resultado de una decisión libre y racional.
La noción de justicia se basa en la reciprocidad. Los castigos dejan de ser considerados necesarios. Su función es restablecer el equilibrio que se haya podido romper como consecuencia de una acción inmoral.