Es una discapacidad de aprendizaje que afecta la escritura a mano y las habilidades motoras finas.
Interfiere con la ortografía, el espaciado de palabras y la capacidad general de expresar pensamientos en papel.
Hace que el proceso de escritura sea laboriosamente lento, con un producto que a menudo es imposible de leer.
Cuando el acto de formar letras requiere tanto esfuerzo que un niño olvida lo que quería decir en primer lugar, no es sorprendente que los niños con disgrafía a menudo odien escribir y se resistan a hacerlo.
El hecho de escribir algo nos ayuda a la mayoría de nosotros a recordar, organizar y procesar información, pero los niños que luchan con la mecánica de la escritura aprenden menos de las tareas que sus compañeros.
Además de eso, cuando el acto físico de escribir es increíblemente desafiante, un niño no puede «mostrar de manera efectiva lo que sabe». Puede reprobar un examen simplemente porque no puede traducir sus pensamientos y respuestas al papel.
Cuando un niño se encuentra con la derrota en el aula con tanta frecuencia, especialmente en los primeros años de la escuela, el desaliento académico no tarda en convertirse en un sentimiento de inferioridad que socava todos los intentos de aprender, y que a menudo persiste hasta la adultez si la disgrafía no atrapado y tratado.
Esta es solo una de las razones por las que la evaluación temprana y el diagnóstico son tan importantes, aunque un diagnóstico puede brindar alivio y progreso a cualquier edad.
Síntomas de la disgrafía
La disgrafía generalmente se identifica cuando un niño aprende a escribir, pero puede permanecer oculto hasta la edad adulta, particularmente en casos leves.
Las personas con disgrafía a veces tienen problemas con otras habilidades motrices finas, como atarse los zapatos, pero no siempre. En el entorno de la escuela primaria, se estima que aproximadamente el 4 por ciento de los niños sufren de disgrafía.
Para la escuela intermedia, cuando la complejidad de las tareas escritas comienza a aumentar drásticamente, las estimaciones pueden llegar al 20 por ciento. Los indicadores comunes de disgrafía, a cualquier edad, incluyen:
- Problemas para formar letras o espaciar palabras consistentemente.
- Agarre incómodo o doloroso en un lápiz.
- Dificultad para seguir una línea o mantenerse dentro de los márgenes.
- Problemas con la estructura de la oración o siguiendo las reglas de la gramática al escribir, pero no cuando habla.
- Dificultad para organizar o articular pensamientos en papel.
- Diferencia pronunciada entre la comprensión oral y escrita de un tema.
Tipos y causas
La disgrafía se manifiesta de tres maneras generales, cada una de las cuales requiere su propio plan de tratamiento:
Disgrafía disléxica
En esta forma de disgrafía, el texto espontáneamente escrito (es decir, la escritura que no se ha rastreado o copiado) se ve muy afectado, y con frecuencia es ilegible, especialmente a medida que avanza.
La ortografía, ya sea oral o escrita, es extremadamente pobre. El dibujo y la copia no se ven afectados. La velocidad de golpeteo con los dedos, una medida comúnmente utilizada de habilidades motrices finas, se encuentra dentro del rango normal.
Disgrafía motora
La disgrafía motora afecta con mayor fuerza a las habilidades motrices finas, por lo que la velocidad de los dedos es muy anormal. Todas las formas de escritura, ya sean espontáneas o copiadas, son casi ilegibles. Las habilidades de dibujo y rastreo están muy por debajo de la media. Las habilidades de ortografía son usualmente normales.
Disgrafía espacial
Este tipo de disgrafía afecta más fuertemente la relación espacial entre la escritura misma y el medio en el que está escrita.
Esto significa que todas las formas de escritura a mano, y en particular el dibujo, son muy problemáticas. Por otro lado, la velocidad de los dedos y la ortografía son casi normales.
Diagnóstico de la disgrafía
Si usted o su hijo han demostrado los síntomas enumerados anteriormente u otros problemas persistentes con la escritura, generalmente, pero no siempre, en la escuela primaria, consulte al personal de educación especial de la escuela.
En el caso de los adultos, a su médico de atención primaria, que puede referirlo a un especialista en disgrafia.
Si la escuela de su hijo no puede realizar pruebas de disgrafía (o no quiere hacerlo), busque un terapeuta ocupacional, un neurólogo pediátrico o un neuropsicólogo con experiencia en el trastorno.
Un especialista puede evaluar la capacidad de escritura del paciente, las habilidades motrices finas y (si corresponde) el progreso académico para determinar si la disgrafía es la culpable.
Las pruebas para la disgrafía generalmente incluyen un componente de escritura (copiar oraciones o responder preguntas breves de ensayo), así como un componente de motor fino, en el que usted o su hijo se someterán a pruebas de reflejos y velocidad del motor.
El especialista intentará hacerse una idea tanto de la calidad de la escritura: qué tan bien usted o su hijo organizan pensamientos y transmiten ideas, y el acto físico de escribir por sí mismo. ¿La escritura duele? ¿Las letras se forman correctamente?
Opciones de tratamiento
Si a su hijo se le diagnostica disgrafía, reúnete con el equipo de evaluación de la escuela para solicitar servicios o apoyo.
Reducir el énfasis en la escritura y/o la cantidad diaria requerida de escritura permite que la mayoría de los niños con disgrafía puedan trabajar con éxito en la escuela.
Se sabe que los maestros desinformados les dicen a los estudiantes con disgrafía que «simplemente practiquen» escribiendo con más frecuencia y centrándose más intensamente en lo que quieren decir.
Pero más práctica no es lo que los niños con disgrafía necesitan para mejorar su escritura; más bien, necesitan la práctica correcta, tanto en la escuela como en casa.