Se define como el tejido óseo situado justo debajo del cartílago en una articulación.
Piense en ello como el andamiaje que configura y mantiene el cartílago en su lugar por lo que el conjunto puede funcionar correctamente.
Especulaciones científicas anteriores indican que el cartílago es la principal causa de la osteoartritis, pero la investigación actual muestra que el hueso subcondral es un factor importante ante este problema.
Biomecánica y fisiopatología del hueso subcondral
A diferencia de otros tejidos dentro de la articulación, el hueso subcondral es muy sensible a la carga, con la capacidad de responder rápidamente al entrenamiento y las lesiones.
Las fuerzas en que incurre el cartílago articular se transmiten al hueso subcondral a través de la capa de cartílago calcificada, que se adapta de forma única para distribuir las fuerzas y minimizar los esfuerzos de cizallamiento en la capa del cartílago articular a través de una asociación ondulada con el hueso subcondral.
Más profundo dentro del hueso, el cumplimiento del hueso trabecular es esencial para que la articulación se deforme durante la carga y ayuda a disipar esta energía a través de las capas de la articulación.
Las diferentes capas de la articulación trabajan juntas para facilitar el apoyo y la distribución de la fuerza: el cartílago articular está apoyado por el cartílago calcificado, que está apoyado por la placa ósea subcondral, que a su vez está apoyada por el hueso trabecular subcondral y en última instancia el hueso cortical.
El complejo equilibrio de funciones entre las diferentes capas debe compensar la velocidad y la carga coordinada de la articulación, ya que estos son los dos factores más importantes en la capacidad del hueso para responder a las tensiones impuestas.
La forma de la articulación y las uniones de los ligamentos confinan el movimiento de la articulación y, al hacerlo, afectan el patrón de respuesta observado dentro del hueso subcondral.
Los músculos o tendones que abarcan la articulación son los principales contribuyentes de las cargas superficiales, que se generan para contrarrestar las fuerzas de rotación secundarias a la fuerza de reacción del suelo que actúa en el brazo del momento de la extremidad.
Sin embargo, las fuerzas generadas no son iguales, ya que el brazo del momento del tendón suele ser más corto que el de la extremidad.
Debido a esto, la fuerza generada desde el tendón es mucho más grande que la fuerza de reacción del suelo, lo que resulta en una amplificación de las fuerzas de contacto dentro de la articulación y en el hueso subcondral.
La articulación es capaz de responder a la carga repetitiva a través de los procesos adaptativos de modelado y remodelación ósea.
La modelación ósea se define como la formación y reabsorción ósea en sitios anatómicamente distintos para producir una arquitectura funcional y mecánica específica.
El modelado óseo implica la escultura geométrica del hueso por formación y / o reabsorción. Los osteoclastos y los osteoblastos funcionan de manera independiente, y generalmente se caracterizan por una mayor cantidad de formación ósea que por resorción.
El modelado se produce tanto a nivel macroscópico como microscópico, con una variación en el tamaño y la forma de las articulaciones y la microarquitectura observada a lo largo del tiempo.
El modelado en hueso subcondral típicamente se manifiesta microscópicamente como cambios en la microarquitectura, con relleno trabecular; Y macroscópicamente como engrosamiento del hueso.
Estas alteraciones cambian las propiedades mecánicas en el hueso, resultando en un hueso más rígido con elasticidad reducida y capacidad reducida para la absorción de impactos. El hueso puede engrosarse en respuesta al aumento de las demandas físicas,
La remodelación ósea es la actividad coordinada de los osteoclastos y los osteoblastos para eliminar paquetes de hueso biomecánicamente inferiores y reemplazarlos con hueso nuevo.
Los procesos de formación y reabsorción ósea se acoplan de forma asíncrona, con pequeños paquetes de hueso anormal o dañado reabsorbidos por los osteoclastos, seguido por el reclutamiento de precursores osteoblásticos que luego diferencian y reemplazan el hueso eliminado.
Es importante destacar que hay un retraso en el reemplazo del hueso enfermo, con procesos osteoclásticos que ocurren dentro de las semanas, mientras que el reemplazo osteoblástico del hueso es más lento y ocurre durante meses.
A medida que se produce este proceso, la demora en el hueso nuevo da como resultado una osteoporosis relativa en el lugar de reemplazo del hueso, ya que el hueso se debilita inicialmente después de que los osteoclastos hayan extirpado el hueso inferior, antes del reemplazo osteoblástico con hueso nuevo.
Esta osteoporosis transitoria es más notable entre 60 y 120 días después de la lesión inicial, y los médicos deben saber que el hueso afectado tiene un mayor riesgo de fractura durante este período si se combina con una falta total de actividad física.
Por esta razón, la actividad controlada, como caminar con las manos o la asistencia en el paddock, generalmente se recomienda para mitigar el potencial de fractura durante este tiempo.
Cuando se superan las capacidades de adaptación del hueso, especialmente en casos de degradación correspondiente de la capa de cartílago articular, la esclerosis, los osteofitos y los tejidos de reparación fibrocartilaginosa son visibles dentro de la unidad osteocondral.
El hueso subcondral sigue las propiedades innatas de todos los tejidos, ya que hay un umbral de tensión más allá del cual los procesos de adaptación normales no pueden compensar y los eventos patológicos progresan y dan como resultado un daño óseo subcondral.
La esclerosis puede observarse con daño óseo subcondral, que resulta en una elasticidad disminuida dentro de la placa de hueso subcondral y el hueso trabecular.
Este engrosamiento dentro del hueso subcondral a su vez afecta la capacidad del cartílago articular para soportar la carga mecánica, al aumentar las tensiones transversales en la base de la capa de cartílago articular, resultando en fisuras horizontales dentro de la zona profunda del cartílago.
Con la carga continua, estas fisuras pueden progresar a la superficie articular del cartílago, perpetuando el ciclo de cambios de OA dentro de la articulación.
El punto en el que este proceso de adaptación se vuelve patológico está influenciado por una multitud de factores e incluye (pero no se limita a) la ubicación (es decir, dentro y entre las articulaciones), el tamaño del caballo, la velocidad, la disciplina y la cantidad de entrenamiento.
Clínicamente, estos cambios dan como resultado la percepción del dolor, ya que el rico suministro de nervios del hueso subcondral es uno de los principales mecanismos de la percepción del dolor en la enfermedad articular.
¿Qué papel importante juega el hueso subcondral en el desarrollo de la osteoartritis?
El hueso subcondral sufre un cambio significativo en la densidad mineral inmediatamente antes de la aparición de la osteoartritis.
Un aumento en el flujo sanguíneo y otros factores como el de espesarse el tejido óseo antes de que el cartílago comience a degenerarse y por ende a desgastarse.
El hueso subcondral también produce proteínas de crecimiento y agentes inflamatorios llamados citoquinas los cuales crean cambios negativos en el cartílago y causan inflamación en la articulación.
En algunos de los casos, las complicaciones tales como un quiste óseo subcondral o un saco de líquido unido a la articulación, pueden formar un engrosamiento en el hueso.
También pueden formar una inflamación y un posible quiste, el cual puede aumentar la presión de fluido en la articulación, que es el responsable en gran parte del dolor asociado con la osteoartritis.
¿Qué significan o hacen estos hallazgos en el tratamiento de la osteoartritis?
Debido a que el hueso subcondral pasa por un cambio predecible y observable antes de la aparición de la osteoartritis, la supervisión de los tejidos a través de las radiografías o imágenes por resonancia magnética puede conducir a un diagnóstico más temprano, ya que de lo contrario puede ser imposible detectarlo.
Esto a su vez conduce a una intervención médica anterior, la cual sería de gran utilidad para la prevención de la degeneración, además de hacer más lento el inicio de una enfermedad plena.
La osteoartritis está íntimamente ligada con el hueso subcondral, ya que mediante este se da el inicio al desarrollo y progreso de esta enfermedad, siendo el culpable de algunos aspectos desencadenantes de esta condición.
Además una vigilancia estrecha del hueso subcondral le ayudara a los pacientes a tener un diagnóstico precoz ya que puede mediante este librarlos de posibles años de sufrimiento.