Está bien documentado que la obesidad se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y una mayor mortalidad general.
La obesidad también se correlaciona con un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer y muchos tipos de cáncer. Se estima que la obesidad severa puede reducir el tiempo de vida útil hasta por diez años. Esto es comparable al efecto de fumar.
La obesidad se define como un índice elevado de masa corporal (IMC). Se caracteriza por la acumulación de grasa en el cuerpo.
Pero, ¿qué hay de malo con caminar con un poco de peso extra? ¿Por qué el exceso de peso corporal está asociado con el riesgo de enfermedad cardíaca, cáncer y muerte prematura?
Cuando hablamos de obesidad, solemos mirar principalmente el peso corporal. Esto puede estar equivocado. De hecho, la grasa corporal hace mucho más por nuestra salud que ocupar espacio y aumentar el peso.
Las células grasas son biológicamente activas, y su función o disfunción puede afectar nuestra salud de muchas maneras. Por ejemplo, las células grasas producen y secretan importantes sustancias biológicas.
Una de estas sustancias se llama adiponectina. De hecho, la adiponectina podría representar uno de los eslabones perdidos entre la obesidad y el aumento del riesgo de diabetes, enfermedad cardíaca y cáncer.
Tejido adiposo
El cuerpo tiene la capacidad de almacenar energía extra en forma de grasa en el tejido adiposo. El tejido adiposo es un tejido conectivo laxo que se compone principalmente de células llamadas adipocitos. Se ubica generalmente debajo de la piel y alrededor de los órganos internos (grasa visceral).
Es posible evaluar que cantidad del peso corporal está compuesto de grasa. Aunque puede variar mucho, los hombres y las mujeres de peso normal tienen alrededor del 15 por ciento y 30 por ciento de grasa corporal, respectivamente.
El tejido adiposo parece ser un importante órgano endocrino. Produce hormonas como la leptina y el estrógeno, así como las citoquinas, las cuales, juegan un papel importante en la señalización celular. Las citocinas secretadas por el tejido adiposo reciben el nombre de adipocinas.
Las grasas viscerales y las subcutáneas
La forma del cuerpo y la distribución regional de la grasa parecen ser más importantes para la salud que la cantidad total de tejido adiposo. Por ejemplo, la acumulación de grasas alrededor de los órganos internos puede ser más dañina que la acumulación de grasa en otros lugares.
El exceso de acumulación de este tipo de grasa se denomina obesidad visceral.
En la década de los 40’s , un profesor llamado Jean Vague señaló que las mujeres normalmente tenían el doble de masa adiposa que los hombres. Sin embargo, también descubrió que las complicaciones del metabólismo asociadas con la obesidad eran mucho menos comunes entre las mujeres que entre los hombres.
Vague definió dos formas de cuerpo diferentes. La obesidad de Androide o la forma de la manzana se refiere a la acumulación de grasa en la parte superior del cuerpo.
La obesidad ginecológica o la forma de pera se refiere a la acumulación de grasa en las caderas y los muslos. Este último es más común entre las mujeres. Esto está muy bien demostrado en la pintura de Pierre-Auguste Renoir arriba.
La acumulación de grasa visceral se asocia con resistencia a la insulina, partículas de LDL pequeñas y densas, presión arterial alta, niveles elevados de triglicéridos, niveles bajos de colesterol HDL, y un mayor riesgo de diabetes e incluso enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, la grasa subcutánea parece mucho más inocente que la visceral. De hecho, estudios recientes sugieren que la grasa abdominal subcutánea no está asociada con factores de riesgo de enfermedad cardiovascular. Esto sugiere un posible efecto protector de la grasa subcutánea.
Adiponectina
En la década de 1990, los científicos encontraron una proteína secretada por los adipocitos y la llamaron adiponectina.
Aunque la adiponectina se secreta solo a partir del tejido adiposo, la concentración plasmática de adiponectina es mucho menor en sujetos obesos que en voluntarios sanos no obesos.
En individuos con obesidad visceral los niveles plasmáticos de adiponectina son especialmente bajos. Se cree que la deficiencia de adiponectina puede jugar un papel importante para muchas de las consecuencias metabólicas negativas de la acumulación de grasa visceral.
El término clínico para niveles bajos de adiponectina en plasma es hipoadiponectinemia.
Entonces, aunque la adiponectina es producida por el tejido adiposo, su producción es anormalmente baja en individuos obesos, en particular, aquellos con obesidad visceral.
Algunas adipocinas pueden afectar negativamente la salud. Por ejemplo, muchas adipocinas son proinflamatorias y pueden apoyar la inflamación crónica de bajo grado en el cuerpo. Por otro lado, la adiponectina es protectora y parece reducir la inflamación.
Los estudios demuestran que los niveles bajos de adiponectina se asocian con niveles elevados de varios marcadores diferentes de inflamación.
Adiponectina y Obesidad
Las personas obesas tienen niveles más bajos de adiponectina en sangre que las personas de peso normal. Además, la reducción de la obesidad aumenta los niveles de adiponectina. En general, parece que perder peso a través de la dieta, el ejercicio, los medicamentos y la cirugía aumentará los niveles de adiponectina en la sangre.
Los bajos niveles de adiponectina están más fuertemente asociados con la cantidad de grasa visceral que la grasa subcutánea.
El desarrollo de grasa subcutánea es un proceso activo en la infancia, la adolescencia y el embarazo. En personas de mediana edad y personas mayores, la sobre nutrición no conduce a un almacenamiento efectivo de energía como grasa subcutánea. En cambio, la acumulación de grasa visceral se vuelve más común.
Los factores del estilo de vida como comer en exceso y la inactividad física en jóvenes y personas de mediana edad parecen aumentar el riesgo de obesidad visceral.
La disfunción de las células adiposas es más común en el tejido graso visceral que el tejido adiposo subcutáneo. Dicha disfunción puede causar un desequilibrio en la producción de adipocinas que conduce a una producción excesiva de adipocinas ofensivas y en la producción de adipocinas defensivas como la adiponectina.